jueves, 11 de diciembre de 2008

Y se quedó solo, sólo con su guitarra



Esta es la historia de El Charro, un personaje que canta en San Diego hace por lo menos 10 años.

En 1998, llegó un grupo de músicos desde Tijuana, México, a mostrar sus talentos a Chile. Tocaron en algunos bares durante un tiempo, pero no les fue bien. “El Charro”, el guitarrista, comenzó a consumir alcohol desmesuradamente, y eso provocó disgusto entre sus compañeros. Fue ahí cuando decidieron irse de Chile, a buscar otro lugar donde seguir presentando sus rancheras. Pero no se fueron tal como habían llegado: dejaron a alguien atrás, al Charro.

Son las 5 de la tarde y es jueves. Las galerías de San Diego atestadas de locales con libros, ven interrumpidas por un tedioso ruido “musical”. Es un hombre alto y flaco, de piel morena. Viste colores llamativos, unos zapatos puntiagudos y lo más interesante, una de las características que lo diferencian de los demás músicos, es su gorro mexicano muy grande.
Lo llaman desde un local. Es Valeska, que vende libros frente al local 33 llegando al llegar a la Alameda: “Charro! Él está de cumpleaños, anda a cantarle”, le dice la vendedora refiriéndose a otro librero que se encuentra unos puestos más allá. Entremedio se escuchan risas de los locales de al lado. El cantante parte con su guitarra en dirección al sujeto apuntado, y canta: “Cumpleaños feliz..”.
“El mexicano hace lo que uno le diga, siempre está copeteado. Así que no se preocupa mucho.”, dice Jorge, la pareja de Valeska, que atiende junto a ella su local.

Soledad Bravo, trabaja en San Diego, y al igual que la mayoría de los comerciantes, “conoce” al Charro. La verdad es que nadie habla con él, son muy pocos los que lo conocen de verdad. Todos lo ven pasar, lo reconocen, pero nadie sabe ni su verdadero nombre.

Al caminar por fuera de los locales, saluda respetuosamente a cada uno de los vendedores. Pero no habla más que eso. “Lo conocemos por su pinta, y porque pasa cantando. La verdad es que ya ni canta. Se nota que alguna vez cantó, porque tiene bonito vozarrón, pero se le olvidaron todas las canciones. Y la guitarra, tampoco sabe tocarla. Solo chicharrea”, comenta Soledad.
Esto se debe, en parte, por su nivel de alcoholismo. Eso ha provocado que el músico olvide la mayoría de las canciones que alguna vez supo. Ahora sólo canta pedazos.
En la comisaría no tienen registros de él. Tampoco hay registro alguno de que padezca de alguna enfermedad mental, aunque muchos lo aseguran. “Sí, el Charro está como loco, nosotros creemos eso, por eso tampoco le hablamos mucho”, comenta Cesar Tobar.

“Hace como cuatro años me regalaron una guitarra, la traje al puesto para tocar mientras no venía gente. Cuando el Charro me vio la guitarra, lo primero que hizo fue pedirme que se la vendiera”, dice Marcial, un librero que canta en un grupo de música.
El mexicano le ofrecía a cambio seis mil pesos, o quizás algunas monedas más. Marcial sabía que su guitarra valía mucho más que eso, y además era un regalo, pero fue tanto lo que insistió el músico que Marcial terminó por ceder, y se la vendió. “Es que es un buen tipo, toma harto y todo, pero no le hace daño a nadie”, agrega.

Cuando el Charro canta por las calles, lo poco que se le ha oído decir es “El Charro que canta bonito” y luego tararea algún pedazo de alguna ranchera que luego cambia por otra. Luego dice “me voy, porque me dio sed”, pide unas monedas, y va por otros tragos.

El ranchero también es conocido en la 2da Comisaría de Santiago, no por ser delincuente, si no porque al caminar por Toesca pasa a saludar a los carabineros. Entra a la comisaría y les da un par de órdenes: “¡Comandante! ¡Saludo! ¡A sentarse!”, y luego toca un poco de guitarra.
Su voz es bastante aguda, por lo que “suele asustar a la gente que está en la comisaría, ya que no están acostumbrados a escuchar tanto grito en ese lugar”, comenta el carabinero, Nibaldo Muñoz.
No es un tipo conflictivo, nunca lo han tomado preso ni nada por el estilo. Pero es tan estrepitoso, que tienen que echarlo a los pocos minutos de la comisaría para no causar molestias. Luego de unos meses vuelve a intentarlo.

El Charro siempre anda solo, la gente dice que no tiene amigos, que su única acompañante es la guitarra. ¡Ah! y también su petaca, que si no tiene whisky o ron, tiene pisco.

De su familia nada se sabe. En Chile está totalmente solo.

Al Charro se le puede encontrar vagando por distintos lugares típicos del centro de la capital. Bellavista, Mapocho, San Alfonso, la Vega y San Diego, son algunos de los sitios donde se ve a este hombre de unos 58 años con una guitarra en la mano y una sonrisa pidiendo alguna moneda, para luego ir en busca de alcohol. En los veranos se va a Cartagena a tocar música, ahí gana unas monedas, y luego regresa.

En la calle San Alfonso, a pocas cuadras de San Diego, los vecinos dicen haber visto bastante al Charro tocando y pidiendo monedas. El músico ha alojado (pocas veces) en una casa antigua donde arriendan camas a $1.100, ubicada en San Alfonso 444. A pesar de haber dormido ahí, nadie ha hablado con él. Sólo lo han escuchado cantar algunas frases de música mexicana.

La vida de este mexicano desamparado nunca dejará de sorprender. Son muchas las historias que ha creado, porque llega alrededor de las 11 de la mañana al centro, con su guitarra y su peculiar atuendo, toca algunas notas, intenta cantar, pide monedas y luego recorre la ciudad buscando nuevas caras a quienes entregarle su música.
Al terminar el día, se va a su hogar. Nadie sabe con certeza donde vive, pero lo más probable, es que duerma en unas comunidades de vagabundos en Centenario con Bascuñan Guerrero, cerca de la línea del tren, en el Paradero 1. Al menos eso dice “el chico” un personaje que le vende plástico a los libreros para forrar sus productos y que pasa por la línea cuando va de regreso a casa. El “Chico” asegura que el ranchero vive ahí.

1 comentario:

Rosso dijo...

what country are u from?