jueves, 11 de diciembre de 2008

EL SEÑOR DE LOS LIBROS




>Sentado en su escritorio de madera antigua, se acomoda los lentes. Entra un joven a su tienda de libros usados y pregunta por uno. Se para a buscarlo de inmediato en su gran biblioteca –sabe perfectamente que tiene ahí y que no-. Le entrega el libro al joven con una pequeña sonrisa: “Ahí está”. Él pregunta el valor del libro, Luis le responde “5.000 pesos”. El cliente da las gracias y se va.

Luis Rivano lleva 43 años vendiendo libros en la calle San Diego. Es curioso pensar que un policía terminaría vendiendo literatura. Pero esto no fue tan casual. Es que “al paco” siempre le han gustado las letras: escribir y leer. Mientras se vestía de verde y cuidaba a la nación, también se dedicaba a escribir. Publicó su primer libro “Esto no es el paraíso” en 1965 mientras seguía siendo carabinero. Pero esto no duró mucho, ya que al lanzar su segundo libro, “El apuntamiento”, las autoridades del cuerpo de carabineros se disgustaron. “Con este libro, de cierto modo, denunció a los carabineros. Apuntamiento se le llama a lo que hacían y hacen todavía los policías civiles con los delincuentes: Van donde el ladrón y le dicen ‘en la tarde quiero 100 lucas, o si no te llevo preso’. Entonces con esto le dijeron a mi compadre que ya no era compatible con el servicio y lo jubilaron cuando llevaba 11 años de servicio”, comenta Carlos Yáñez, vendedor de libros que trabajó durante 17 años junto “al paco”. “Lo conozco desde el 75’. Él, antes trabajaba vendiendo libros en oficinas o en la calle.” Agrega.
Hasta que llegó al local 117 en San Diego, su primer local de libros usados, ubicado en el segundo piso de una galería al frente del Mall Chino.

“Luis es un buen tipo, cuando llegué a San Diego a vender libros me ayudó en varias cosas, me enseñó cómo tenía que trabajar”, dice Manuel, un librero de la misma galería donde tiene actualmente tres negocios el Paco Rivano.
Manuel conoce a Luis hace 28 años, de vez en cuando va al local donde generalmente se encuentra el paco y juegan Naipes, Damas o Dominó.

Luis Rivano, a pesar de tener un aspecto serio, tiene buena relación con la mayoría de la gente que lo rodea. Basta acercarse a la galería de San Diego y se va a ver a Don Luis trabajando junto a su familia. Algunos de sus seis hijos estarán junto a él atendiendo en una de sus librerías.

Rivano ha vendido libros a todo tipo de gente, desde simples estudiantes hasta a Augusto Pinochet, que según cuenta solía ir a comprar libros a esta calle.
Dice que ha tenido todo tipo de público. Cuenta una anécdota: “Una vez estaba sentado ya cansado, era tarde. Entra una mujer a la tienda preguntándome por un libro. Yo se lo paso y me dice ‘cuánto cuesta?’ y le respondo el precio. Luego me pregunta ‘¿No tiene uno que esté más usado y por lo mismo más barato?’ Y yo le respondo que sí, que tenía uno rayado. Tomó el libro, lo rayó al frente de ella y se lo paso’ La mujer no entendió nada y salió enojada de la tienda.
La verdad me molesta la gente que cree que vendo los libros caros porque sí. Piensan que los libreros son unos ignorantes que ponen precios al azar, entonces siempre te miran raro cuando dices un precio. No se dan cuenta que el precio que ponemos es lo que valen.”

A pesar de vivir en Providencia, este librero “bueno pal’ negocio”- como dice Marco Antonio, del local 6 de la galería San Diego- conoce mejor que nadie la historia de la bohemia calle San Diego, lleva muchos años yendo de lunes a sábado a vender sus libros usados, de los cuales sabe perfectamente lo que valen. Es un sabio de los libros, un conocedor.


“Paco es bien humano, lo que pasa es que la gente no lo conoce. Él no es de acercarse a las personas, si necesitas algo tú tienes que acercarte, y él te va a recibir bien”. Dice Manuel.

Claro, es un hombre bien vestido, con ojos claros, de camisas limpias y zapatos bien lustrados. Usa lentes, es un poco calvo. Tiene buena apariencia.
“Es ególatra el weón. Más que la cresta” comenta su ex compañero de trabajo Yáñez. “Yo se lo he dicho, cuando trabajábamos juntos en el local”. Agrega.

Desde el momento en que Luis se cambia al barrio alto: Providencia, se vuelve un poco arribista, a pesar de criticar el arribismo en alguno de sus libros. “Es arribista sin querer” lo defiende Carlos.

Lo que sucede es que Rivano, mientras estaba casado con Ana Moneta, conoce a Beatriz Medina (que en esos años trabajaba como bibliotecaria del Banco Central). Junto a ella se fueron a Paraguay, y ahí se casaron, ya que en Chile no podían porque él no se había divorciado aún de Moneta. De hecho aún no lo hace. Esto por una sola razón: porque cuando se muera quiere que todo quede para su primera esposa y sus hijos, si se divorcia, eso no sucederá.
Rivano tiene sentido patriarcal, también es machista, muy machista. “Los hijos trabajan con él, pero las cosas son sólo de él. Les paga sueldo como a un empleado más. Cuando trabajé con él, Alejandro (hijo menor) valía menos que yo”, comenta Carlos.
Beatriz es una mujer de buen estrato social, y cuando él se va a vivir con ella cambia su sistema de vida. Los amigos de Luis dicen que desde ese momento cambia, se vuelve un poco más superficial. “Se cree el cuento” dice Carlos.

Luis, además de escribir novelas y cuentos, también se hizo dramaturgo. Una de las obras más importantes que escribió, se llama “El rucio de los cuchillos”.
La mayoría de sus obras son realistas. Intenta reflejar fielmente al chileno común, con su lenguaje y características tal cual como son.

“Y ahora, ¡que nadie lo sepa!: Va a hacer cine para televisión”, acusa Carlos Yáñez.

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